Infusiones para la calma

Si algo ha hecho este tiempo de detenimiento y regreso a lo más simple es ponernos a pensar en formas para estar en sintonía con la naturaleza. Escucharla, entenderla y acomodar nuestras costumbres para habitarla mejor será para muchos el resultado directo de este momento; en ese camino llegará también la certeza de saber que la naturaleza juega a nuestro favor, a tal punto de tener en su repertorio infinito plantas que crecen dispuestas a aportarnos algo de calma. Una infusión de cualquiera de las siguientes hierbas y aromáticas pueden ayudarnos a respirar mejor y a volver el cuerpo un territorio apacible. 

Por Andrea Uribe Yepes | Ilustración: Laura Ospina Montoya

Valeriana

Es una de las hierbas más usadas para lograr efectos calmantes y tranquilizadores, sobre todo porque contribuye a la estabilización del ritmo cardiaco. Algunas personas la consumen para tratar el insomnio, la depresión, algunos temblores y la hiperactividad. La infusión de valeriana se hace con su raíz y es recomendable que el agua esté a 100 grados centígrados.

Manzanilla

La manzanilla, que originalmente se encontraba en los Balcanes y algunas zonas de África y Asia, es una de las plantas aromáticas que más siglos lleva siendo consumida como infusión. Además de ayudar con la digestión, ser utilizada para controlar la diabetes y reducir los dolores menstruales, la manzanilla tiene efectos sedantes que contribuyen a disminuir el estrés y la ansiedad y ayuda a conciliar el sueño. En los climas cálidos crece mejor.

Lavanda

La lavanda es una planta versátil. En algunas casas se usa para la ornamentación, las industrias de la perfumería y la cosmética la tienen muy presente y a su infusión, que se hace sumergiendo flores secas en agua caliente, se le atribuyen propiedades relajantes, analgésicas y antidepresivas. Hay quienes la utilizan para mejorar la calidad del sueño. 

Cidrón

El cidrón crece espontáneamente en los climas fríos de América del Sur, aunque también es cultivada en el sur de Europa y el norte de África. Se ha usado para los resfriados, los cólicos, la fiebre pero también es bastante conocido por ayudar a calmar la ansiedad y tener efectos sedantes.

Toronjil

El toronjil es conocido también como hoja de limón o melisa. Entre las propiedades por las que más se le reconoce está la de ayudar a mejorar la memoria y la concentración, aliviar dolores de cabeza y contribuir al buen sueño. Es apta para ser cultivada en casa tanto en interiores como en exteriores, lo único que necesita son algunas horas de sol diariamente. 

Romero

Es una planta originaria de la región del mediterráneo y es muy usada como ingrediente para sazonar en la cocina. Su infusión, que se prepara normalmente con hojas secas y agua, es empleada para combatir problemas digestivos, pero también el cansancio mental y el estrés. Algunas personas utilizan la infusión fría para lavarse el cabello y prevenir la calvicie. 

Jazmín

La infusión de jazmín, que puede hacerse tanto con la hoja como con las flores, ha sido consumida por siglos en el sudeste de Asia, sobre todo mezclado con té verde. El aroma de jazmín produce un efecto sedante, lo que ayuda a conciliar el sueño, a mantener controlada la actividad nerviosa y a alcanzar estados de relajación que disminuyen el estrés.

¿Cómo sembrar semillas de árboles nativos?

Esta es una selección de algunas semillas de árboles nativos de Jericó, Antioquia, a partir de las cuales se elaboró una serie de infografías interactivas que contienen datos sobre los usos, la siembra en vivero, el calendario y los lugares de recolección en el municipio, el estado de conservación en el país y tiempos de germinación.

Este material reúne el conocimiento que Francisco Restrepo, recolector local de semillas de árboles nativos, ha construido a partir de su oficio y de una observación juiciosa por más de 30 años, además de una búsqueda documental en informes sobre el estado de conservación de vegetación nativa del país.

Al escribir un trabajo de investigación, puede ser útil recurrir a escritores profesionales para obtener ayuda. Estos escritores tienen experiencia en realizar investigaciones, organizar ideas y presentar información de manera clara y concisa. Estos muchachos https://papertyper.net/ pueden proporcionar una guía valiosa sobre el proceso de investigación, incluida la selección de un tema, la realización de revisiones de literatura y la elaboración de una declaración de tesis sólida. Además, pueden ayudar con la redacción, edición y formato del documento final para garantizar que cumpla con los estándares académicos. Buscar la ayuda de un escritor profesional puede ahorrar tiempo, reducir el estrés y mejorar la calidad general de su trabajo de investigación.

Bibliografía

Cárdenas, L. & Salinas, N (Ed.). (2006). Libro rojo de plantas de Colombia Especies maderables amenazadas I Parte. Bogotá, Colombia: S.E.

González, R. T. & Montoya, G.E. (2014). Protocolo de propagación de 8 especies forestales nativas en el Norte del Valle del Cauca. Cali, Colombia: S.E.

Vargas, W. G. (2002). Guía ilustrada de las plantas del Quindío y los Andes Centrales. Manizales, Colombia: Universidad de Caldas Centro Editorial.

Alzate, F.; Idárraga, A.; Díaz, O. (2013). Flora de los bosques montanos de Medellín. Medellín, Colombia: S.E.

Lázaro, J. & CORANTIOQUIA. (2010). Árboles de las montañas de Antioquia. Medellín, Colombia: S.E.

¿Por qué narrar la apicultura?

Las abejas prestan el servicio ambiental de polinización que es esencial no solo para la reproducción de los ecosistemas sino para  la producción de alimentos puesto que el 70% de la producción agrícola depende de la polinización. La preservación de estas especies es entonces una necesidad global porque es la base de procesos ecológicos vitales para la producción de alimento y la procura de la soberanía alimentaria del planeta y la conservación de su biodiversidad. Sin embargo una serie de fenómenos asociados al modelo agroindustrial ha provocado un declive nunca antes visto en poblaciones de abejas alrededor de todo el mundo.

En el país, en las esferas institucionales, este fenómeno ha sido poco tomado en cuenta pues hay una débil regulación del uso de plaguicidas que, se presume,  es la causa principal de la muerte de millares de abejas. “Hay un déficit de protección de los polinizadores en Colombia porque primero, no hay una línea base sobre el estado actual de los polinizadores, entonces no se sabe exactamente lo que está pasando con las poblaciones de abejas, aunque lo que sí se sabe que algunas están colapsando. Las autoridades ambientales no se están articulando para proteger las abejas, las autoridades agrícolas tampoco y, en general, hay una dispersión de competencias entre las entidades del Estado de manera que no hay una adecuada coordinación y no hay un adecuado ejercicio de esas competencias y el resultado final de eso es que las abejas siguen muriendo”, explica Carlos Lozano Acosta, asesor de la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA) e investigador del grupo PLEBIO (Política y Legislación en Biodiversidad y Recursos Genéticos) del Instituto de Genética de la Nacional.

La apicultura como una práctica de resiliencia socioecológica

Sin duda la apicultura es una forma de resiliencia socioecológica pues además de que es una labor que tiene efectos directos sobre el aumento y conservación de la biodiversidad, “es una actividad económica de bajo impacto ambiental. Requiere infraestructura liviana, probablemente no genera desbalances en los ecosistemas. Además incrementa la polinización”, sostiene Acosta, quien además agrega que esto también tiene efectos para contrarrestar el cambio climático: “hacer apicultura es polinizar y polinizar es fortalecer los ecosistemas y los ecosistemas fuertes son resiliencia frente al cambio climático”.

Es en ese sentido que este trabajo rescata el oficio de Osmedo Ospina, un apicultor y gran conocedor de los procesos de los ecosistemas que lo rodean, pues da cuenta de una práctica agroecológica que no solo puede fortalecer una alternativa para fortalecer las labores asociadas al cultivo, sino que supone una actividad de gran impacto benéfico para la conservación del ambiente y la biodiversidad y así mismo para la soberanía alimentaria.

Reinaldo Molina vuelve al campo a sembrar

De lejos, la finca de Reinaldo se asemeja a un gran matorral. La casa apenas se ve porque parece comida por la vegetación pero en la frontera unas líneas de plástico en zigzag cortan el paisaje. Son las marquesinas acelerando la maduración de las gulupas y la finca de Reinaldo haciendo frente con plataneras, café, huertas, maíz, fríjol y moras  solo con el cielo por techo.

Reinaldo nació en la vereda Estrella Nueva de Jericó y vivió allí hasta que cumplió 17 años. Siempre le gustó el campo; de chiquito a él y a sus 12 hermanos los ponían a cuidar los animales, a cargar leña, a buscar los plátanos y las yucas. “Nosotros de pequeños sabíamos sembrar y seguimos con la misma tradición”, dice. Luego se fue para San Andrés Islas a estudiar administración hotelera en el Instituto de Formación Técnica Profesional -Infotep-. En San Andrés trabajó sobre todo en restaurantes: en el Hotel Bahía Sardina, Pollos kikirikí, una distribuidora de alimentos y en Inpescar. Allá estuvo durante 33 años, pero “ya uno se cansa de trabajar y quiere volver a hacer lo que le gusta”.

Por eso hace 5 años volvió a casa, porque “por allá siempre anhelé estar en la finca y ya estoy en la finca de nuevo”, cuenta. Ahora, viven y trabajan la finca su hermana Cielo que se encarga del Jardín, su hermano Rigoberto quien cultiva el café y su madre María del Carmen quien trabaja la huerta y el jardín. Reinaldo se encarga del resto. En época de cosecha, contratan un par de trabajadores para coger café, pero casi siempre la familia se encarga de todo.

Son alrededor de 13 cuadras, de las cuales unas 5 está cultivadas y las otras “como hay tantas aguas, trata uno de no meterse donde están las aguas”.  Reinaldo sabe que los cultivos diversos son mejores para la tierra y para su familia que se abastece de todos los productos de la finca. Él lamenta que la agricultura haya cambiado: “ahora ve uno todo revuelto, agricultura con plástico”; sin embargo, su finca se resiste a eso y por eso hay café, plátano, aguacate, guayaba, piña, mora, flor de jamaica, maíz, fríjol, pastos, aromáticas, unas pocas vacas, una chiva, conejos, gallinas y peces. Todo eso para el consumo propio y cuando se produce de más, para la venta.

Cada que hay una cosecha de alguna cosa de la finca, Reinaldo se va para el pueblo y, puerta a puerta, vende su producción. Ya es habitual la clientela del fríjol, la leche, la mora y los quesitos.

Osmedo Ospina, un científico rural

Durante diez años, Osmedo, maravillado por los fenómenos atmosféricos, consignó en un cuaderno y día a día el clima de Jericó; con una pasión casi científica, no solo se preocupó por registrar lo que pasaba en el cielo sino que además la vida en el campo le produjo el asombro necesario para tratar de entender los comportamientos del mundo vegetal y animal y, sobre todo, el de las abejas.

Osmedo de Jesús Ospina Muñoz nació en Jericó, Antioquia, en el año 1964 y creció en casas campesinas de bahareque y cancel, en las veredas de Altamira y La Estrella, donde no hubo energía eléctrica hasta su adolescencia. Es el mayor de ocho hermanos y su infancia discurrió alrededor del río entre nadar, pescar y jugar allí. Estudió en la escuela de Castalia, una escuela rural que quedaba a una hora a pie y albergaba niños de unas diez veredas. El año escolar se repartía en temporadas de juegos: de ruedas de neumático, trompo, pirinola, cometas.

Su padre se dedicó al comercio de ganado y durante algún tiempo administró una finca de café; su madre era ama de casa y en el hogar la economía funcionaba con la venta de alguna res o el intercambio de huevos, gallinas y quesitos.  Y aunque en la casa no cultivaban más que algunas pocas hortalizas, el rededor sí era sobre todo cafetero. Cuenta Osmedo que “antes se hacía una caficultura muy diferente a la de ahora, porque era una caficultura con sombra de guamo y nogal, entonces usted miraba a lo lejos y no se veían cafeteras como ahora, sino que se veía monte. Había más biodiversidad”.

Y es que biodiversidad y conservación son palabras que han cruzado la vida de Osmedo pues además de conocer sobre la ecología de animales y plantas que lo rodean, se ha puesto en la tarea de repoblar con vegetación nativa las zonas cercanas a sus apiarios con el fin dejar flora disponible para la alimentación de las abejas. Esto no solo porque es la base de su actividad económica sino porque además la asume como una labor que conserva y aumenta la biodiversidad: “Desde hace unos años para acá se ha tomado conciencia en la conservación del medio ambiente y se sabe de la importancia de las abejas en el ecosistema por la polinización, entonces hay mucho interés en conservarlas. En muchas regiones en las que las abejas han desaparecido, bien por cuestiones del cambio climático o por fumigaciones, esos lugares han llegado a tener problemas de seguridad alimentaria. Regiones que producían su propio alimento, ahora les toca traerlo de otra parte como consecuencia de la falta de abejas”.

El interés de Osmedo por las abejas empezó desde que era un niño, a los seis años. “Me atraían”, dice; cuando era pequeño dañaba las colmenas, pero de abejitas sin aguijón. A las de abejas con aguijón, las alborotaba y cuando un panal se instalaba en el techo de una casa, se convertía en una excusa para jugar con los vecinos.

A principios de los 80 cuando Osmedo tenía 16 años, hizo su primer curso de apicultura en la Fundación Manuel Mejía en Chinchiná, Caldas. Lo iban a devolver por ser menor de edad; cuenta que lloró, hicieron una excepción y se quedó estudiando. En ese mismo año obtuvo sus primeras colmenas técnicas, por idea de un tío suyo. Se propusieron un trabajo en compañía, en la vereda Altamira de Jericó; allí su tío compró y dispuso las colmenas y Osmedo el trabajo. Luego, de nuevo en su tierra natal, se costeó el bachillerato y su vivienda en el casco urbano a punta de apicultura.

“Cuando aprendí a trabajarlas técnicamente, me interesé aún más. Yo trabajo la apicultura más que por lo que me genere económicamente, por la satisfacción que me produce trabajar con las abejas. Soy un apasionado y un enamorado de la apicultura. Se han presentado oportunidades de trabajar en otras cosas y con mayores ingresos, pero prefiero hacer esto. Me siento bien trabajando en apiarios pequeños”, cuenta Osmedo,  quien empezó a trabajar con apenas dos colmenas y en sus primeros días como apicultor cometió los errores de un principiante y llamaba a su tío a Medellín y le decía: “esos animales son muy bravos, me están comiendo, yo no voy a ser capaz, es que ni con el traje”. Esa vez no le habían mandado el ahumador, el artefacto más importante para los apicultores, el aplacador de abejas.

Ahora, Osmedo cuenta con apiarios en las veredas La Viña (con 30 colmenas), La Soledad (con 20) y Altamira (con 67). En esta última se encuentra criando algunos núcleos para llevar a otras partes como Cauca Viejo y La Pintada. Esta disposición de sus apiarios en varios puntos del Suroeste Antioqueño le exige a Osmedo ser metódico en el seguimiento y las tareas que debe ejecutar en sus grupos de colmenas, además de conocer el tiempo atmosférico en cada uno de esos lugares que varían entre los 600 m.s.n.m bordeando el río Cauca y los 2.000 m.s.n.m. en una de las veredas de Jericó.  

Justamente una de las labores más dispendiosas en los apiarios es la alimentación de sus colmenas. Este proceso de suministro artificial se hace por varias razones, entre ellas porque la expansión de la frontera agrícola, la deforestación o los cambios de uso del suelo han llevado a que disminuya la flora apícola y por ende la despensa natural del alimento de las abejas: néctar, polen y miel; además porque genera una producción constante de miel y ayuda a un mantenimiento más prolongado de las abejas.

¿Cuál es la forma tradicional de alimentación de colmenas? ¿Por qué y cómo ajustar este método? La siguiente es una historia gráfica del proceso de optimización de alimentación de colmenas que Osmedo diseñó para sus apiarios.

Emberas, ejércitos y biodiversidad en Santa Cecilia

Un estudioso de las libélulas de Colombia que ha descrito más de una decena de estos seres escribió este texto sobre Santa Cecilia, corregimiento de Pueblo Rico, Risaralda, donde durante varias salidas de campo para la investigación de la biodiversidad de nuestro país, estuvo en los márgenes de una cordillera, en un lugar indómito y muy biodiverso  pero aporreado por ejércitos.

Por Cornelio Bota
corneliobota@gmail.com
Biólogo e investigador

Entre montañas, nubes y todos los tonos de verde que se puedan distinguir y atravesada por el río San Juan y por una historia de aleaciones culturales, en el límite entre Risaralda y Chocó, entre las últimas faldas de los Andes, existe un pueblo llamado Santa Cecilia. Allí los Embera llevaban una vida seminómada hace algunas décadas, cortaban partes del bosque para sembrar maíz, yuca y lulo, cosechaban borojó y chontaduro, pescaban y cazaban con barbasco, cerbatana y trampas. Eran los tiempos en los que, aunque todos conocían los secretos de la selva, había un médico en cada grupo: el más viejo, el más respetado, el más temido, el que le había cambiado el alma por el conocimiento a los montes y que cuando muriera los espíritus de la selva lo reclamarían como uno de sus propios, como el Moan.

Conocí Santa Cecilia hace apenas cinco años y he tenido la oportunidad de vivir durante un par de temporadas allí explorando su diversidad biológica, pero sobre todo impregnándome de su cultura, de su historia y del sabor del primitivo, el borojó, el guacuco, el achín, el yuyo… delicias culinarias que van de la mano con una cultura completamente diferente y difícil de imaginar para cualquier colombiano del interior del país.

Don Blas enseñándonos obre las culebras en los bosques de Santa Cecilia, Risaralda. Foto: Cornelio Bota.

A Santa Cecilia llegó otro pueblo arrancado violentamente del África, violentado por la ambición y la ignorancia de un imperio… Algunos afrodescendientes lograron escapar de sus yugos e internarse en estas selvas, llevando su cultura, su dolor y su alegría a cuestas y poniéndole el sabor del ñame, el plátano y la gallina ahumada a la región, los ritmos, los bailes y su misticismo que los acompaña hasta en su despedida de este mundo en la que hay reuniones, comida y trago. Su vida es un canto hasta el final.

Quebrada Ranas de Cristal en Santa Cecilia, Risaralda. Foto: Cornelio Bota.

Por último, llegó el imperio, el Estado, a informarles a reclamar esas tierras como parte de Colombia porque, según los límites de un mapa dibujado en algún remoto escritorio, ellos eran parte de este proyecto. Descendiendo desde los Andes a lomo de mula por trochas difíciles y peligrosas fundaron en Santa Cecilia la Cárcel de Cinto, una de las prisiones más temidas de Colombia, donde la humedad, las enfermedades tropicales y el calor acababan con la salud del criminal más feroz en meses. Llegó la iglesia y se estableció una ruta de comercio hacia el Cauca, ruta que hoy, después de décadas del desmantelamiento de la Cárcel de Cinto, es la carretera Panamericana, principal vía de comunicación entre el Chocó y el interior del país y me atrevo a decir que una de las que ha cargado más madera y sangre;  no solo la sangre de la selva, la guerra ha sido cruel en Santa Cecilia. La efervescente mezcla cultural, su posición estratégica en la base de la Cordillera y sus incontables riquezas naturales han llevado a diversos ejércitos a luchar por el poder de esta región.

Puente sobre el río San Juan, al fondo se observa la carretera Panamericana. Santa Cecilia, Risaralda. Foto: Cornelio Bota.

A pesar de la algarabía alegre que se siente en las calles de Santa Cecilia, a pesar de la amabilidad de sus gentes que siempre ofrecen un cariñoso saludo y te abren las puertas de sus casas y de su región, hay una particularidad demográfica que delata una historia cruel a la que se enfrentaron todos estos corazones: la mayoría del pueblo es mayor de 50 años o menor de 20, la violencia que se vivió hace dos décadas se llevó a una generación completa a otras tierras en el caso de los más afortunados, o a nutrir los suelos del Chocó en los casos más trágico.

Los Embera ya no son nómadas, desde 1991 son dueños de sus resguardos donde viven bajo sus leyes y su cultura. Paradójicamente el conocimiento de la selva que los llevó a ser grandes cazadores ahora juega en su contra, pues al no moverse periódicamente a otros territorios, las poblaciones de sus presas no se pueden recuperar y cada vez es más difícil encontrar una guagua o un guacuco para echar al fogón. Igualmente, los aserradores día a día tienen que ir más lejos y obligar a sus mulas a sortear obstáculos más peligrosos para obtener un par de tablas. Para acabar de ajustar, las palmas de chontaduro, desnudas en medio de los potreros o de cultivos de pan coger, sin el abrigo de los montes que siempre las acompañó, son víctimas del picudo, un escarabajo que las devora como si fuera un niño comiendo helado. Estos cambios han golpeado fuertemente la economía y las costumbres de Santa Cecilia; sin embargo, esta mezcla de culturas es resiliente y está dando la pelea, buscando salidas, nuevos cultivos, nuevas técnicas, nuevos negocios, haciendo un esfuerzo por adaptarse a las nuevas reglas del juego, no es fácil pero ahí van.

La selva después de aserrar. Santa Cecilia, Risaralda. Foto: Cornelio Bota.

El abuso por parte de soldados del Ejercito Nacional hace unas semanas, la violación, la violencia, la crueldad ¿volvieron o nunca se fueron?, no lo sé, pero lo que sí es claro, en medio de la tristeza, rabia e impotencia que me generó esta noticia, es que hay algo positivo: los abusos ahora se reportan, la gente habla de Santa Cecilia; el déspota, el tirano, el vil no tiene la impunidad de antes; esto me llena de esperanza y sé que aunque el proceso es duro, las cosas sí están cambiando, la región es cada vez más fuerte y el clamor por el cambio y por la paz se vuelven realidad poco a poco.

De todo corazón, acompañamiento y fuerza para la niña embera, su familia, su resguardo y cada uno de los habitantes de Santa Cecilia que están dando la lucha por una vida digna y feliz.

Mural “Breve historia de Santa Cecilia” ubicado en la plaza del pueblo elaborado por el
colectivo Biógrafos
en Santa Cecilia, Risaralda. Foto: Cornelio Bota.

Rana de Cristal Hyloscirtus palmeri. Santa Cecilia, Risaralda. Foto: Cornelio Bota.

Nombré a dos insectos y se los dediqué a mi papá y a mi mamá

Los insectos tienen quizá más historias para contarnos que cualquier otro grupo de organismos, pues son el grupo con más especies conocidas lo cual está reflejado en sus formas e historias de vida. Se estima que aún nos quedan por descubrir y describir miles e incluso millones de especies nuevas de insectos.

Textos y fotografías: Camilo Flórez Valencia
Biólogo
Curador de las Colecciones Biológicas de la Universidad CES

Para poder contar esa nueva historia debemos nombrar la nueva especie; ese nuevo nombre debe tener asociado una descripción detallada del organismo. Una nueva especie requiere ser nombrada no porque no exista en el mundo sin el nombre que le damos, sino porque es necesario que esto suceda para que se puedan contar historias sobre ella. Más allá de los textos técnicos donde son descritas estas especies, encontrar y describir una especie nueva conlleva abrir otro pequeño mundo.

La familia Membracidae o de los membrácidos es uno de esos grupos de insectos en los cuales nos quedan muchas especies y aspectos de su biología por conocer y documentar. Estos insectos se alimentan succionando savia de las plantas y algunos son conocidos comúnmente como ‘insectos espina’ o ‘helicópteros’. El primer nombre se debe a que una estructura de su tórax, que en membrácidos está muy desarrollada, puede tener forma de espina. El segundo nombre se debe a que hace unos años las personas ataban una cuerda a las patas de estos insectos y al volar permanecían en el aire como un helicóptero.

 

Cladonota apicalis

Algunas especies de estos pequeños organismos (grandes en comparación con otros insectos) tienen cuidado maternal: las madres cuidan a sus hijos por medio de estrategias impresionantes. Algunos de estos insectos lanzan patadas fuertes para espantar a depredadores y parasitoides. En Medellín me contaron que la gente los atrapaba y los ponían cerca para que “pelearan”. Otros membrácidos pueden tener relaciones muy interesantes con hormigas que son tan diversas y sofisticadas que no van a ser el punto de este texto.

Describir membrácidos

Hace alrededor de un año, describí dos nuevas especies de Membracidae. Les di nombre y conté una nueva historia, pero mi sensación es que siempre queda algo más por contar. Detrás de las historias técnicas de los artículos científicos, siempre (para mí) hay una emoción adicional relacionada con la expedición donde encontramos la nueva especie, las comunidades alrededor de los sitios, las personas que nos acompañaron, las historias que nos contaron mientras caminábamos, los almuerzos al lado de los ríos. Muchas de estas historias se pierden inmersas en las necesarias descripciones telegráficas de los artículos científicos.

Esas dos especies nuevas las nombré como Calloconophora estellae y Problematode robertoi. Dediqué estos nombres a mis padres, Luz Estella Valencia y Roberto Flórez en agradecimiento por la vida y el inmenso cariño que les tengo. De esta forma, los epítetos estellae y robertoi también se vuelven fundamentales en esta historia.

Calloconophora estellae

Tiene una apariencia hermosa, con muchos pelos dorados interrumpidos por dos líneas de pelos más oscuros. Más allá de esto, lo más impresionante de esta especie es la forma en la que cuida y defiende a sus hijos. La madre deposita una sustancia cerosa en un patrón en espiral alrededor de los tallos cerca de sus huevos o ninfas.

Esta sustancia es pegajosa, por lo que otros organismos como avispas, arañas u hormigas que puedan depredar a los huevos o ninfas de los membrácidos quedan adheridos a esta sustancia. La cera además tiene un patrón en espiral muy particular, constituido por bolas unidas por pequeñas líneas, que la madre deposita con mucha calma. Esta cera puede encontrarse en todo un fragmento de la planta, dándole un aspecto muy particular, parecido a un arreglo navideño o un diseño para una torta.

Pero hay más, la hembra además deposita más cera sobre los huevos, se posa sobre ellos y los defiende de forma agresiva contra depredadores y parasitoides por medio de movimientos con las patas y zumbando sus alas. La hembra permanece con sus hijos hasta que estos se vuelven adultos. Se podría decir que esta especie tiene uno de los comportamientos de cuidado maternal más asombrosos y complejos dentro de los membrácidos.

Calloconophora estellae está estrictamente asociada a una enredadera de la familia Dileniaceae que con frecuencia crece al borde de ríos y caminos. Esta especie la hemos encontrado hasta el momento en el Magdalena Medio y en el piedemonte de la Cordillera Occidental hacia el Chocó.

Problematode robertoi

Por otro lado, Problematode robertoi tiene un aspecto muy diferente al resto de membrácidos porque tiene unas alas con venas gruesas e irregulares. Esta especie no tiene un pronoto grande ni con formas extrañas y extravagantes como otros membrácidos. Su forma es aplanada y su coloración similar a tallos con musgo. En otras palabras, a simple vista no parece un membrácido. Nos podríamos además arriesgar a decir que esta especie debe estar camuflada de forma extraordinaria, por lo que es muy difícil de encontrar. Hasta ahora sólo hemos encontrado un individuo de esta especie (con el cual se realizó la descripción), y apenas cuatro individuos de las otras dos especies descritas del género Problematode. Hasta antes de la descripción de P. robertoi, no había sido posible establecer quiénes eran los ‘parientes’ del género. Por medio del descubrimiento de P. robertoi, tenemos al menos una idea de quiénes son sus primos, aunque aún no sabemos quiénes son sus hermanos.

Vista dorsal de Problematode robertoi

Arboloco

El único individuo conocido de P. robertoi lo encontramos en un remanente de bosque cerca de la finca Arboloco, muy cerca de Manizales y el PNN Los Nevados. Mi papá adquirió Arboloco como un lote ganadero hace más de 15 años y ahora es un espacio en proceso de restauración donde habitan cada vez más insectos, plantas, aves y muchos otros organismos. Esta es una de las principales razones por las cuales nos motivamos a conocer más de los bosques cercanos a esta finca y una de las razones por las cuales ahora conocemos a P. robertoi.

Mis padres siguen siendo una de las principales motivaciones para estudiar estos insectos. Se siguen emocionando con cada nuevo bicho que encontramos o con cada nueva planta que sembramos en la finca. Esto hace parte también de la historia de las especies así sea de forma indirecta y no es posible desligarnos de las emociones al estudiar las maravillas que nos rodean.

Link del artículo aquí
Artículo científico completo: solicitarlo a kmilofv@gmail.com

Cereal

Con la cuarta edición del Festival del Oso de Anteojos, el municipio de Jericó acogió una de las conversaciones sobre biodiversidad más importantes de la subregión. Desde el 31 de mayo y hasta el 2 de junio de 2019, científicos, artistas, divulgadores y diversas organizaciones ambientales de Antioquia hablaron sobre por qué es importante concentrar esfuerzos para la conservación biológica de especies como el oso de anteojos en un contexto en el que crecen, cada vez más, los impactos ambientales. 

¿Por qué proteger los corredores biológicos del oso de anteojos y otras especies? ¿Cómo responder a este S.O.S ambiental? ¿Cómo habitamos el territorio con otras especies?

El 4 Festival del Oso de Anteojos hace parte del programa Abrazando montañas, una de las estrategias de la Corporación Gaia para la consolidación del Corredor biológico del oso de anteojos en el suroeste y occidente de Antioquia. En sus ediciones anteriores y desde el año 2016 este Festival ha recorrido los municipios de Jardín, Urrao y Támesis. Estos pueblos tienen en común un complejo contexto socioambiental atravesado por proyectos de minería a gran escala y modelos agroindustriales basados en la ganadería expansiva y agricultura intensiva. Pero así mismo comparten la defensa del territorio en la concreción de movimientos ciudadanos por la protección del ambiente. 

«Queremos garantizar que nuestras montañas y nuestros bosques sean protegidos y sean espacios siempre para la conservación, que conozcamos los límites de nuestras actividades y desarrollos agropecuarios y agrícolas y el respeto por las fronteras del hábitat del oso de anteojos y otras especies», dijo Jorge Pérez, alcalde de Jericó, sobre uno de los objetos de apoyar este Festival desde la administración municipal y quien además nos contó que  este evento se da a propósito de la coyuntura por la que atraviesa el municipio con la empresa minera Quebradona Colombia SA, filial de la multinacional AngloGold Ashanti. 

Para Marcela Ruiz, coordinadora de la línea ambiental de la corporación Gaia, el Festival «es una oportunidad para que la defensa del territorio que está haciendo Jericó además venga acompañada de acciones de conservación en el territorio. Por eso venir a Jericó con el Festival e involucrarlo en el corredor hace parte de una acción para promover la conservación de sus bosques».

En esta misma vía, el coordinador de la Mesa Ambiental de Jericó, Fernando Jaramillo, expresa que este Festival se vincula con «la resistencia y la defensa del patrimonio ecológico y cultural que está haciendo la población de este municipio frente a procesos de extracción no solo minera sino también maderera». Fernando además advierte que algunas áreas del Corredor biológico del oso de anteojos, y de otras especies, tendrían una afectación directa por el proceso de explotación minera que tendría planeado la multinacional.

El siguiente es uno de los avistamientos del oso de anteojos en el municipio de Jericó en la zona de El Comino, colindante con la reserva del Requintadero y el Sendero Río Frío en Quebradona Arriba (La Coqueta).

El corredor del osos de anteojos en el suroeste y occidente de Antioquia

Este corredor es fundamental para la conexión de las poblaciones de osos de anteojos que se distribuyen en la Cordillera Occidental desde los departamentos de Risaralda, Caldas, Chocó y el suroeste y occidente de Antioquia que comprende los núcleos Parque Nacional Natural Orquídeas y el Complejo de páramos Frontino-Urrao. Esto no solo porque conecta ecosistemas sino porque además permite la continuidad de procesos ecológicos y evolutivos, así como la provisión de servicios ecosistémicos fundamentales para la adaptación a los cambios ambientales y el desarrollo regional, según la corporación Gaia. 

Elementos como la fragmentación de los bosques, proyectos viales, hidroeléctricos y mineros, la apertura de pastizales para la ganadería y el incremento de monocultivos hacen parte de las actividades antrópicas que interrumpen y cortan la continuidad de los corredores biológicos. Sobre el corredor del oso anteojos hay varias de estas interrupciones, por ejemplo la vía Medellín - Quibdó en la zona del Carmen de Atrato y Ciudad Bolívar. 

Jericó y Támesis son los municipios que presentan la deforestación más alta del Suroeste de Antioquia. Entre las presiones y amenazas de corredor biológico del oso de anteojos que identificó la corporación Gaia se encuentran la degradación de bosques: entre 1990 y 2015 se registró una deforestación o degradación promedio del 15,6% de los bosques en los municipios del corredor. Los municipios que registraron mayor porcentaje son Jericó (100%), Támesis (100%), Betania (50%), Andes (36,7%), Betulia (27,3%) y Frontino (18,7%).  Adicionalemente está la pérdida de bosques en las áreas protegidas: entre 1990 y 2015 se registró una pérdida de 7325 hectáreas de bosques dentro de 6 áreas protegidas en el corredor biológico, es decir, que es como haber perdido toda el área del DMI Cerro Plateado Alto de San José.

Para la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), un corredor biológico es un «área de hábitat adecuado, o que está siendo restaurado que conecta dos o más áreas protegidas (o que conecta hábitats importantes no protegidos) que permite el intercambio de especies, migraciones, intercambio de genes, etc». 

Los servicios ecosistémicos que en particular ofrece el Corredor biológico del oso de anteojos son, según la corporación Gaia, una oferta hídrica de 149.085 l/s que abastecen una demanda de 160 l/s, destinada principalmente a uso agrícola y agroindustrial (43%), generación de energía e industria (40%); uso doméstico (11%), acuicultura y piscicultura (5,66%);  y  turismo (0,01%.). Captura de carbono: 5.988.774 toneladas de CO2 almacenadas entre el 2015 y el 2035. Regulación y resiliencia climática frente a incrementos de precipitación entre el 11% y el 40% según proyecciones del IDEAM para el 2100. Recreación y cultura: paisaje cultural cafetero en el Suroeste y Occidente de Antioquia, y amplio crecimiento del turismo de naturaleza. Polinización del café: la polinización llevada a cabo por las abejas para los cultivos cercanos a los bosques representa un valor aproximado de 361 dólares por hectárea.

Mapa del corredor biológico del oso de anteojos en el suroeste y occidente de Antioquia. Fuente: Corporación Gaia.

Por esto los corredores biológicos deben garantizar el tránsito de especies silvestres y es vital la unión de esfuerzos científicos, institucionales, culturales y ciudadanos para fortalecer procesos de protección y conservación de la biodiversidad. «Hago parte de una forma de hacer investigación que se nutre de la interdisciplinariedad y trata de involucrar a las ciencias sociales, la ciencias biológicas, la ecología, los sistemas de información geográficos y la antropología. Tratamos de abordar el corredor desde esas disciplinas porque entendemos que parte del tema pasa por el manejo socioambiental del territorio y nos encontramos con que ya no hay áreas naturales porque a cualquier parte a la que vayás, por más monte que te encontrés, vas a encontrar la huella humana», dice Héctor Restrepo, biólogo y creador de las bases científicas del corredor biológico del oso de anteojos.

Uno de los problemas más frecuentes es la cacería reactiva porque algunos osos de anteojos se comen los cultivos, especialmente de maíz. A continuación, presentamos una infografía para conocer mejor al oso de anteojos.

Narrativas del territorio

¿Cuáles son las posturas que las disciplinas artísticas deberían asumir ante la crisis ambiental? Esta es una de las preguntas que abrió la conversación inaugural del Festival titulada De farallón a farallones, narrativas del territorio en la que tres expositores hablaron de biodiversidad, ambiente y cultura a través de la literatura, las artes gráficas y la música. 

Stella Girón, docente e investigadora de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia. Foto: Laura Henao.

Por un lado, Stella Girón, docente e investigadora de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia, expuso el proyecto Memorias y archivos literarios. Literaturas y culturas de Antioquia que, bajo la pregunta ¿Cuáles son las literaturas que abordan el paisaje, la naturaleza y el ambiente en el Suroeste de Antioquia?, detalló algunos aportes de  escritores antioqueños en el abordaje de temas ambientales sobre todo en Amagá, Fredonia, Jardín y Jericó. Para Stella, “el trabajo de la escritura y su relación con la naturaleza se encuentran en la medida en la que se aboga por la permanencia del hombre y su expresión estética como una forma de mantener la vida”. Parte de esa  tradición escritura, dice, se refleja en el siguiente pasaje de Manuel Mejía Vallejo: “Nacer es nacer en un lugar, tener destinado un sitio de residencia. En este sentido el lugar de nacimiento es constitutivo de la identidad individual”.

Por otra parte, el cantautor jericoano Carlos Andrés Restrepo y docente del conservatorio de la Universidad de Antioquia, hizo un recorrido por los ritmos autóctonos, los impuestos y los recreados. Habló sobre cómo “tenemos vergüenza de aceptar un territorio sonoro” que hable del campo y de los grillos y de lo montañero y llevó una guacharaca o “pájaro que hace bulla” para hablar de música y territorio. Para Carlos Andrés, el aporte de la música a la conservación de la biodiversidad está en la creación de memoria. Hizo un llamado a hacer arte con memoria, a que el campesino narre y a pensar en las narrativas contemporáneas. Además se preguntó: ¿Qué resistencia y qué denuncia debe seguir ocurriendo para que esa memoria se siga expandiendo y no se anule? Por esto, concluye, “no podemos pensar que la responsabilidad es del abuelo¨.

Magaby Cabreiro, artista plástica. Foto: Laura Henao.

Finalmente, la artista plástica y especialista en grabado, Magaby Cabreiro, a través de su obra Paramus Vitalis, hizo una invitación a una inmersión gráfica por la fragilidad de los ecosistemas paramunos. 

Este evento fue organizado por la Corporación Gaia y la Alcaldía de Jericó con el apoyo de Corantioquia, Corpourabá, Área Metropolitana, Parques Nacionales de Colombia, Universidad Pontificia Bolivariana, el Jardín Botánico de Medellín, entre otros.