Después de trajinar durante años los senderos de la Sierra Nevada de Santa Marta, de conocer de cerca las etnias wiwa y kankuamo y de descubrir que los Jalekas grabados en la piedra representan el espíritu ancestral convertido en historias de todo lo que existe sobre la tierra y en el pensamiento; después de ver que el tiempo y quizá también el viento han mitigado las historias grabadas hasta dejarlas visibles solo para algunos; después de comprobar que Alejo Santa María es uno de ellos, la posibilidad de descubrir los grabados, petroglifos, en la piedra a la luz del día y solo a determinadas horas porque algunos, debido a la orientación de la luz, no son visibles, fue fascinante por la revelación de figuras e historias que pasaron desapercibidas durante años.
Con una hoja de papel mantequilla cubriendo la piedra Alejo Santa María frotó la superficie con grafito hasta ver aparecer, marcada en la hoja, la figura accidentada y rugosa del Duanabojo, el pelícano, primer petroglifo convertido a un lenguaje gráfico contemporáneo. Fue así como sucedió el descubrimiento que lo llevó, no solo a la interpretación de los petroglifos sino a la búsqueda de una propuesta visual y formal que le permitiera representar los Jalekas ancestrales. La versatilidad de los grafismos y la aplicación de técnicas y materiales que van desde el alambre y la madera, hasta la escultura, la pintura, la impresión digital, la fotografía y sobre todo la voluntad de integrarlos a sus lugares de origen, ha instalado los petroglifos en el universo del arte contemporáneo y al mismo tiempo los ha restituido a sus piedras ancestrales.
Texto: Saúl Alvarez Lara